La marihuana


Cada que viajo en el aire, mi cabeza gira, no porque esté mareada sino debido a una mezcla de serotonina que me produce adrenalina. Empiezo a pensar en los inicios de todo. En abril cuando iba a ver a mi madre comencé a leer un libro de ensayos donde decía todos los mitos de la marihuana. La marihuana es una planta medicinal, muy potente, dicen que no es adictiva. La primera vez que probé la marihuana estaba en el bachillerato, mi cabeza producía el mismo efecto que los aviones hace en mi cabeza. Una mezcla de adrenalina, la emoción y el tiempo pasaba tan lento que no podía más. La música sonaba lento en mi oído, tenía una pluma y un cuaderno, los atascaba de letras. Luego, sentía los pies sobre la tierra. Mi madre se dio cuenta de eso porque adoraba ser una investigadora, abría mis computadoras y se asustaba. Las madres se asustan de la insignificancia. Mi madre no era la excepción, me prohibió ir al viaje de generación, como si el mundo me fuera a comer ahí. Siendo que yo ya me había comido al mundo. Después de eso duré varios años sin volverla a probar. Mi hijo el otro día fue a un taller de hortalizas, Jorge y yo no tenemos ni idea qué sembró, pero nos encontramos una semilla de marihuana y la transplantamos en su plantita. Emilio quiere saber para qué sirve su planta, esa que no deja de crecer. Se pregunta si algún día podrá hacer un aceite para curar a los enfermos o inventar algo que sea negocio para comprar muchos pavos en Fornite. La marihuana me ha traído de todo, desde fracasos escolares hasta éxitos en el huerto casero. Yo sigo creyendo que la marihuana no es adictiva, pero, quién sabe.


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